En 1812, Egipto inició una etapa de desarrollo que atrajo a numerosos
europeos deseosos de fortuna. Exploradores, viajeros y aventureros
comienzan a frecuentar el valle, algunos con fines científicos, en otros
casos para conseguir antigüedades, cuando no para enriquecerse con
su tráfico. Nubia, que hasta entonces era una tierra incógnita, comenzó
a ser frecuentada por muchos de estos personajes cuyas descripciones
y dibujos de Debod, nos proporcionan valiosos datos sobre partes hoy
perdidas. Setenta y cinco años después que Norden se adentrara en Nubia, un curioso personaje que se hacía llamar jeque Ibrahim ibn Abdullah inició un viaje Nilo arriba que le llevaría hasta Dongola, en el actual Sudán. En realidad se trataba del erudito y explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt, el descubridor de Petra, en Jordania, y el primer europeo que visitó las ciudades santas musulmanas de La Meca y Medina, en Arabia. Burckhardt, que durante el viaje descubrió los templos de Abu Simbel, se detuvo en Debod el 30 de marzo de 1813. El resultado de su visita fue la primera descripción minuciosa del monumento, del que, además, realizó una planta del conjunto.
Tras los pasos de Burckhardt, siguieron, ávidos de descubrimientos y antiguüedades, personajes como Giovanni Battista Belzoni o Jean Jacques Rifaud. Ambos trabajaban consiguiendo antigüedades para los cónsules inglés y francés, respectivamente. Rifaud estuvo en Debod en 1816, donde copió algunos de los relieves del vestíbulo y dejó un graffiti en la capilla del naos.
Alemán nacionalizado francés, François C. Gau comenzó su periplo por Nubia visitando Debod el 24 de enero de 1819 y realizando varias vistas y dibujos del mismo. Además de los de la capilla de Adijalamani, Gau dibujó algunos los relieves de la pared norte del vestíbulo y los de la fachada principal. Gau nos dejó, así mismo, un dibujo del naos de Ptolomeo VIII, también dibujado en otra expedición posterior, la de Bankes de 1822. Este naos fue extraido del templo con destino a alguna colección europea hacia 1826. |